sábado, 28 de mayo de 2011

¿Terápias alternativas o manipulación Psicológica?

Podríamos preguntarnos ¿por qué tienen tanto éxito películas como Harry Potter, El Señor de los Anillos o libros como El Alquimista? ¿Por qué florecen cada día más las expresiones del pensamiento imaginario o mágico? ¿Por qué aunque la modernidad lo creía moribundo, Dios sigue resistiendo tan bien? ¿Cómo han evolucionado las religiones históricas, en contacto con las nuevas creencias y las nuevas formas de espiritualidad marcadas con el sello del individualismo y el pragmatismo? Y al fin de cuentas, ¿cómo comprender esta plétora de creencias y prácticas que se despliega ante nuestros ojos, esa religiosidad flotante, “a la carta”, que se desarrolla dentro de nuestra sociedad?

Vemos hoy cómo los hombres y mujeres de nuestra cultura, afectados por las enfermedades del humor, son medicados con la misma gama de medicamentos frente a cualquier cosa. Por un lado se encomiendan a la medicina científica, y por otro aspiran a una terapia que reconociendo su identidad dé lugar a la palabra.

Como dice Élisabeth Roudinesco, “asistimos en las sociedades occidentales a un increíble auge de ensalmadores, hechiceros, videntes y magnetizadores. Frente al cientificismo erigido religión y frente a las ciencias cognitivas, que valorizan al hombre-máquina en detrimento del hombre deseante, vemos florecer, como consecuencia, toda una clase de prácticas surgidas, ya de la prehistoria del freudismo, ya de una concepción ocultista del cuerpo y el espíritu: magnetismo, sofrología, naturopatía, iriología, auriculoterapia, energética transpersonal, prácticas medúmnicas y de sugestión, etc. Contrariamente a lo que podríamos creer, estas prácticas seducen más a las clases medias (empleados, profesionales liberales y ejecutivos) que a los medios populares”.

La pseudoterapias New Age

Bajo el término “New Age” se engloba un conglomerado de ideas que hace difícil su concreción: hay quienes sostienen que es una nueva forma de afrontar la vida y de expresarla, para otros es un sincretismo tan enorme que lo único que pretende es confundir y recoger el fruto de tal confusión.

Nuestro momento actual dista mucho de desconocer la fascinación por lo sagrado, que irrumpe por caminos que parecían ya poco transitados o reservados a los marginados de la religión. Quién se sorprende ya por ciertos programas de televisión, ciertos programas de radio, ciertos avisos en diarios y revistas en donde aparecen “ofertas religiosas” mezcladas con “ciencia”: radiestesia, control mental, reiki, budismo, meditación trascendental, viajes astrales, Jesús cósmico, Iglesias Neopentecostales, grupos gnósticos, etc. Pero, ¿qué es lo que está ocurriendo? los intentos de explicación son varios.

La New Age hunde sus raíces en el intento de encontrar puntos de contacto entre ciencia y religión, entre la razón y la magia, entre Oriente y Occidente. Se pretende crear un nuevo paradigma. Se trata de una huida de lo tradicional hacia lo alternativo.

Hay que aclarar qué es lo que en la New Age se entiende por “Dios”. Dios sería la “Energía” que en un momento determinado descendió sobre Jesucristo, Buda, Mahoma, y más cerca en la historia sobre el Conde Saint Germain. Los nueverinos interpretan la crucifixión, resurrección y ascensión de Jesucristo dentro de un contexto esotérico, como un símbolo de la liberación de la Energía crística y su difusión a modo de gas vivificador del cielo nuevo y la tierra nueva, manifestación esta que se manifestará en todo su esplendor cuando ocurra el advenimiento de la “Nueva Era” o “Era de Acuario”. Mientras que el Cristo interior en inmanente a cada uno es la “chispa” interior, desprendida de la Energía o Cristo cósmico. Cualquiera puede llegar a ser “Cristo”, para ello hay que recurrir a las técnicas New Age y sobre todo provocar estados alterados de conciencia (trances místicos, fenómenos de channeling, etc.) al mismo tiempo que hay que conectarse con la ecología, conducto de la Energía cósmica.

El mayor problema con todo esto es la utilización perversa de estas creencias y técnicas. Cada uno es libre de pensar y creer en lo que le parezca más oportuno. Lo malo es cuando sin aviso previo se le van introduciendo creencias que no compartía en primera instancia, aprovechando circunstancias poco éticas a través de un proceso de manipulación psicológica.

En la mayoría de estos casos no hay al frente de este tipo de ofertas terapéuticas un profesional idóneo, es decir, un psicólogo o un psicoterapeuta formado para el ejercicio de tal función. Cuando lo hay se dan fenómenos de intrusismo profesional y abuso terapéutico.

La clínica con pacientes que han vivido este tipo de experiencias y con sus familiares nos muestra que estos “terapeutas” terminan siendo verdaderos manipuladores ya que con su forma de actuar denotan un desconocimiento de la ética profesional trasgrediendo los límites de la misma, hacen un mal uso de las técnicas psicoterapéuticas y llevan a cabo un manejo de la relación terapéutica en su beneficio personal.


El autor de este artículo,Álvaro Farías Díaz, es licenciado en Psicología por la Universidad Católica del Uruguay “Dámaso A. Larrañaga”. Miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES) y director del Servicio de Estudio y Asesoramiento en sectas del Uruguay (SEAS).

miércoles, 30 de marzo de 2011

Ser cristiano: vocación al compromiso

Ser cristiano es una vocación (una llamada) al amor y la verdad. Si toda persona tiene esta llamada, el cristiano debe comprometerse con Dios para servir a las necesidades materiales y espirituales de todas las personas del mundo, comenzando por los que tiene más cercanos (su familia, sus amigos).

La encíclica Caritas in veritate, donde el término “vocación” (llamada) aparece en 25 ocasiones, afirma:

“Todos los hombres perciben el impulso interior de amar de manera auténtica; amor y verdad nunca los abandonan completamente, porque son la vocación que Dios ha puesto en el corazón y en la mente de cada ser humano”. Esa vocación universal al amor y a la verdad es manifestada por Jesucristo, que la libera de las limitaciones humanas y la hace plenamente posible.

En la medida de su respuesta a esa llamada –explica el documento–, “los hombres, destinatarios del amor de Dios, se convierten en sujetos de caridad, llamados a hacerse ellos mismos instrumentos de la gracia para difundir la caridad de Dios y para tejer redes de caridad”.

Puesto que toda llamada espera una respuesta, ¿cuáles serían las condiciones para responder a esta “vocación al desarrollo humano”? La encíclica señala tres condiciones principales: la libertad, la verdad y la caridad.

a) La libertad va siempre unida a la responsabilidad, palabra que viene de responder. Y deben responder a esa llamada –de Dios, del propio ser humano y de las personas necesitadas– cada cristiano y también las estructuras e instituciones sociales y eclesiales.

b) Responder al desarrollo humano con la verdad significa “promover a todos los hombres y a todo el hombre”. Con otras palabras: preocuparse por todos, con espíritu de solidaridad y corazón universal, y atender a todas las necesidades reales de los demás, las del cuerpo y las del espíritu. A este propósito el Evangelio es fundamental, porque enseña a conocer y respetar el valor incondicional de la persona humana. Cristo revela el hombre al propio hombre –señala el Concilio Vaticano II– y, así, le muestra que su valor es grande para Dios. Le muestra “el gran sí de Dios” a todos sus anhelos.

De aquí deduce el Papa que sólo abriéndose a Dios el hombre puede ser feliz y realizarse plenamente: “Precisamente porque Dios pronuncia el ‘sí’ más grande al hombre, el hombre no puede dejar de abrirse a la vocación divina para realizar –ante todo– el propio desarrollo” y contribuir al desarrollo de los demás.

c) Finalmente, “la visión del desarrollo como vocación comporta que su centro sea la caridad”. Las causas del subdesarrollo –se lee en la encíclica– no son principalmente materiales, sino que radican, primero, “en la voluntad que con frecuencia se desentiende de los deberes de la solidaridad”. Después, en el pensamiento, que no siempre sabe orientar adecuadamente a la voluntad (por eso se requiere configurar un “humanismo nuevo”). Y, sobre todo, la causa está en “la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos”.

Ahora bien –se pregunta Benedicto XVI–, ¿podrán los hombres lograr esta fraternidad por sí mismos, especialmente en nuestra era de la globalización? Y responde que no, porque la fraternidad nace de Dios Padre, que nos amó primero y nos enseñó mediante su Hijo lo que es la caridad fraterna. De ahí también –añade– que la vocación para el desarrollo requiere hoy la urgencia de la caridad de Cristo.

Sólo esa urgencia de la caridad permite responder a los aspectos concretos y costosos de esa llamada. Así es la intervención en la vida pública, cultural y política, cada cual según su condición. “Todo cristiano está llamado a esta caridad, según su vocación y sus posibilidades de incidir en la pólis”. Otro aspecto es el cuidado y la responsabilidad por la naturaleza; y, antes, el cuidado respetuoso de cada persona en la familia, en la empresa, en la universidad, sabiéndose servidores y no dueños de los demás. Responder a esta vocación requiere del trabajo y de la técnica que de él procede. En todo caso, Benedicto XVI proclama la necesidad de formar “hombres rectos… que sientan fuertemente en su conciencia la llamada al bien común”.

Finalmente, conviene subrayar que esta vocación no nos la hemos dado a nosotros mismos, sino que viene de Dios. Por eso, antes que nada, y continuamente, es preciso acoger a Dios en nuestra vida, dejarle entrar libremente y seguirle con toda fidelidad y entusiasmo. Ha llegado la hora –especialmente para los jóvenes y más aún para los universitarios– del compromiso con Dios y los demás. Pues “sólo si pensamos que se nos ha llamado individualmente y como comunidad a formar parte de la familia de Dios como hijos suyos, seremos capaces de forjar un pensamiento nuevo y sacar nuevas energías al servicio de un humanismo íntegro y verdadero”.